Sonia Megías, directora del Coro Fulbright, nos habla de algunos de sus otros proyectos.

Sonia Megías colabora con el Instituto Internacional y American Space Madrid en varias actividades. Al piano, nos ha hecho pasar unos ratos extraordinarios acompañando musicalmente la proyección de películas como “El maquinista de La General” o “El hombre mosca”. También dirige el “Coro Fulbright”, que se reúne todas las semanas en el paraninfo del Instituto para cantar canciones de todas partes de mundo.

Sonia ha dedicado el mes de mayo a un proyecto en El Salvador que nos ha parecido muy interesante y le hemos pedido que contara su historia.

CAPACIDADES Y OTROS TALENTOS HUMANOS

Sonia Megías. Junio de 2015 – www.soniamegias.es

Soy Sonia Megías, directora del Coro Fulbright, pianista de las maravillosas películas mudas que programa nuestro Instituto Internacional. Compositora, fundadora de la editorial de arte EdicionesDelantal.

Mi pasado mes de Mayo ha estado sembrado de aprendizajes. He recordado, sobre todo, la riqueza de la diferencia.

Lo único que tenemos en común unos humanos y otros es que contamos con pares de brazos, de piernas, de ojos, de cuerdas vocales, de agujeros en la nariz, de hemisferios cerebrales, de tímpanos, de aurículas y ventrículos, de pulmones, de pies y manos… Y un alma, eso sí, cada cual con un alma que tiene algo que aportar a este mundo.

La experiencia de las relaciones, junto con el recuerdo de vidas pasadas y de nuestra carga genética nos condiciona para estar capacitad@s para unas u otras acciones.

Estuve un mes en El Salvador, un país chiquitín de Centroamérica. Allí, como en cualquier otro lugar, las personas nacen con mirada pura y ganas de jugar. Ese juego, las puede llevar, al igual que en todos los otros lugares, a la toma de conciencia o, al contrario, desviar su camino hacia la crueldad más despiadada y la no-empatía con el resto de seres terrestres.

El Salvador cuenta con varias lenguas: la náhuat-pipil (lengua principal, con la que tuve el lujo de trabajar allá), la lenca, la maya quiché, otras formas de expresión originaria, y finalmente, las lenguas llegadas del otro lado del océano: el castellano y el inglés, que irrumpieron hacia el año 1500 d. C. Asimismo desde Europa se exportarían las religiones monoteístas y las armas de fuego, que por desgracia allí siguen.”
Yo llegué allí con la Cooperación Española, a trabajar para el Sistema Nacional de Coros y Orquestas Juveniles en mi trabajo de ‘Investigación y recuperación de la lengua náhuat-pipil a través de la música’. Para ello, varias grabaciones de personas indígenas, y mucho trabajo de orquestación y ensayo, para preparar el concierto final, apoteósico, ‘Las Voces de los Pueblos: muestra de un mes de trabajo con la maestra española Sonia Megías’, rezaban los carteles. En éste, dirigí a tres coros, y a una orquesta. En mi visita allá en 2012, dirigí un concierto final con siete coros y tres orquestas, pero ahora el Sistema había decaído, como todo lo demás.

En mi corazón no me traigo los honores, me traigo las miradas, las sonrisas, las semillas de amor que empujan imparables arriba-abajo. Me traigo el haber trabajado con personas hermosas que viven cada día con miedo a ser asesinadas, violadas, o a que sus hijos asesinen o violen.

Llego a España y, sin disfrutar de las 8 horas de jetlag, me embarco en un proyecto similar: el Festival UNA MIRADA DIFERENTE, organizado por el Centro Dramático Nacional en su sede: el Teatro Valle-Inclán. Puesto un pie en suelo español, me despierto en un lugar onírico, de paredes negras y grandes ventanales, en el que personas con diversas capacidades comparten conmigo, de nuevo, miradas curiosas y sonrisas cómplices. El taller del festival, en el que una vez más debía plantar la semilla de la música como herramienta para la toma de conciencia, fue tan revelador como la visita a El Salvador. De nuevo, todos los sentidos a flor de pelos de punta.

Las personas con quienes trabajé en el taller, por suerte, no eran diferentes a mí por haber sido violadas por 22 hombres el mismo día… Pero también eran variadas y con interesantes experiencias a sus espaldas, al igual que en El Salvador. A algunas de ellas, las piernas no les respondían como supone la sociedad, a otras, los ojos, a otras, alguna de las regiones del cerebro, a otras les podía el miedo escénico, otras eran bisexuales, algunas incluso hetero. El trabajo fue intenso, emocional y muy flotante.

Con las personas de España y con las de El Salvador, aprendí que los humanos estamos aquí para cuidarnos unos a otros. Aprendí que el gran mal de la sociedad actual es la apatía. Aprendí que cantar sana, que jugar sana, que expresarse sana.

Desde este artículo, agradezco a las personas que me acompañaron en este gran viaje del mes de Mayo. Personas de colores, de formas, de perspectivas todas diferentes y que me ayudaron a saber quién soy.

 

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Sonia Megías (Almansa, Albacete, 1982) es compositora. Ha pasado por distintas residencias de artistas europeas y estadounidenses, habiendo recibido entre otras la beca Fulbright entre 2010 y 2012.

Su trabajo ha sido apoyado por distintas instituciones como la revista Doce Notas (desde 2006), la Asociación Cultural Gruñidos Salvajes (desde 2005), la Fundación Experimental Intermedia de Phill Niblock (Nueva York, desde 2008), el INAEM (2008 y encargos de 2009, 2011 y 2015), el Deep Listening Institute de Pauline Oliveros (Kingston, desde 2011), el Instituto Cervantes de Nueva York (2011-12), Naciones Unidas (2011), la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (El Salvador, 2012 y 2015), el Kathmandu Jazz Conservatory (Nepal, 2013) o el Instituto Internacional en España (Madrid, 2015).

Ha formado el grupo de performance o laboratorio vocal “CoroDelantal”, con el que da vida a muchas de sus investigaciones acerca de los rituales ancestrales, la psicoacústica, la experimentación vocal o la escucha. Asimismo, coordina los encuentros cantores por trueque “Dando Voces”. Con el año 2015 comenzó el Coro Fulbright, aún en fase de nacimiento.

A través de sus “Talleres de partituras creativas” intenta contagiar su pasión por el mundo de la edición y las notaciones creativas, en las que el mundo de la escucha, el de la performance, la puesta en escena, el gesto y muchos etcéteras se funden en materiales plásticos y no sólo en papel y tinta.